Soy homosexual,
durante mucho
tiempo me pareció imposible admitirlo. . . .
Desde que
era niño mis padres y mis abuelos han hablado con desprecio y odio de las
personas homosexuales, los consideran pervertidos, malvados, indignos,
depravados y degenerados. Alguna vez mi madre, la mujer que más amo, aquella
que me trajo al mundo y que siempre se sacrifica por mí, me dijo sin temor
alguno:
“El mayor dolor que un padre puede experimentar es tener un hijo
homosexual, si alguna vez me pasara eso, me preguntaría en qué fallé como
madre.”
¿Acaso soy
yo el mal en persona? ¿Mis padres cometieron un error conmigo? ¿En qué momento
me convertí en aquello que mi familia desprecia? ¿Qué pasaría si alguna vez me
sincero al respecto? Hasta la fecha, algunas de estas interrogantes todavía me
atormentan. Las palabras del Papa Francisco en torno a este tema me inspiran a
seguir adelante: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena
voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?” Sin embargo, no es fácil reconocer
abiertamente mi atracción sexual. Nunca he comentado el tema con nadie, puesto
que tengo miedo de ser rechazado.
De la misma
forma, pienso que el homosexual que acepta esta realidad se enfrenta a varios
obstáculos, considero que mis opciones son mucho más limitadas, no contraería
matrimonio solo para aparentar algo que no soy. No solo le estaría mintiendo a
la que sería mi esposa y a mis hijos, desde niño siempre soñé con algún día
formar una familia, tener una esposa de la que me enamoraría todos los días, e
hijos a los que amaría y educaría en valores.
Pero me doy
cuenta que es solo un sueño. ¿Puedo darle una vuelta de ciento ochenta grados a
mi orientación sexual y esperar que todo fluya de manera espontánea? No es algo
que yo pueda decidir, y no sé si es algo que pueda cambiar.
Quiero dejar
en claro que aunque tenga esta atracción hacia el mismo sexo no creo en el
matrimonio homosexual ni en la familia conformada por parejas homosexuales.
Estoy convencido de que el matrimonio es entre hombre y mujer, y soy un fuerte
defensor de la familia. Tampoco creo en la idea de “salir del clóset” ni nada
asociado al libertinaje sexual. Pienso incluso que el término “gay” es
peyorativo y generalizador. Como psicóloga te aconsejo: “No te pongas
etiquetas. La palabra gay no te define”
No sé qué me
depare el futuro, no sé cómo será mi vida dentro de diez, veinte, o treinta
años. Lo único de lo que tengo certeza en este momento es del presente, en el
que le agradezco a Dios por permitirme vivir un día más. Él me amó desde antes
que naciera, dio su vida por mí, y siempre está acompañándome. Descubro en Él
la paz, el amor y la felicidad.
Soy un Hijo
de Dios, y ese es mi mayor orgullo, no soy un error ni soy el mal, mi atracción al mismo sexo es
únicamente una circunstancia con la que tengo que aprender a vivir. Espero
algún día reunir las fuerzas necesarias para poder hablar con mis padres, y
siempre rezo para que su reacción esté llena de la comprensión y del amor con
el que siempre me han escuchado.
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